Lorena y Javi: una familia sin deudas
Cuando una amiga me comentó que Claudia y su equipo de Mas Valor Abogados podían solucionarme el problema de mis deudas, fui bastante escéptica.
Llevábamos años arrastrando los 60.000€ del sobrante de la hipoteca, que nos quedó por pagar tras entregar el piso al banco.
Además, debíamos otros 20.000€ en préstamos de consumo que contratamos para poder comer y enviar a nuestras dos hijas de 9 y 12 años al colegio. Evidentemente, con este cuadro financiero doméstico, es comprensible que no nos lo creyéramos. De hecho, nuestra incredulidad permaneció a lo largo de los dos años de procedimiento, alargado por el colapso judicial provocado por el COVID.
Y de repente nada. Esto es lo que debíamos a los bancos: NADA. Todo quedó cancelado por el juez al comprobar que éramos deudores de buena fe, y que nuestra única culpa fue quedarnos sin trabajo con una hipoteca que amortizar y unos hijos que alimentar.
Francisco: avalista de una empresa en concurso
Lo cierto es que lo del concurso de acreedores no era nada nuevo para mi.
Cuando mi socio me engañó y me dejó, literalmente, con lo bolsillos vacíos, no tuve otra alternativa que declarar en concurso a la empresa de comunicación que teníamos a medias. Lo sorprendente fue -aquí sí que vino lo nuevo para mí- cuando en Mas Valor Abogados me dijeron que yo también podía declararme en concurso y con ello cancelar todos los avales de la sociedad que me reclamarían tarde o temprano.
Mis abogados estaban en lo cierto. Al cabo de dos años de concursar la sociedad y tramitar paralelamente, mi segunda oportunidad, comenzaron a notificarme las ejecuciones judiciales de los avales por impago de los préstamos de la empresa.
Para entonces, yo ya tenía una sentencia del Juzgado Mercantil 3 de Barcelona concediéndome la cancelación de todos los avales.
María: una autónoma luchadora
Sabía que tarde o temprano saldría de esta, porque es lo que llevo haciendo toda mi vida: caer y levantarme. Vine a España desde Argentina huyendo de la fuerte crisis que azotó el país a partir de 2001. Mi único recurso, mis manos. Era peluquera y después de cinco años trabajando como asalariada en Barcelona, me lancé a abrir mi propio local como autónoma.
Luego llegó la crisis a Europa y en 2010 tuve que cerrar al no poder devolver el préstamo que contraté para amueblar el local. La falta de ingresos me llevó a no pagar ni siquiera las cuotas de autónomo y entré en una rueda de créditos rápidos. Los contrataba uno de tras de otro, para pagar el anterior, y así hasta que fue imposible devolver nada.
En Mas Valor me enseñaron de nuevo que estoy condenada al éxito, pues no hay crisis que no supere.
Con la ley de segunda oportunidad puede cancelar las deudas de los bancos y el juez me aprobó un plan de pagos adecuado a mis ingresos para saldar los 800€ de deuda con la seguridad social.
José Alberto: segunda oportunidad en sentido amplio
José Alberto (nombre ficticio) contactó conmigo recomendado por un médico amigo, quien ejerce tareas de coordinación sobre de un grupo de personas que se reúnen con frecuencia para superar alguna adicción compartida por todos ellos. Por lo general las adicciones no salen gratis, y aunque de todo se sale (yo he sido testigo con éste y otros clientes) no es infrecuente que tras superar el bache psicológico, permanezca el lastre económico resultante con entidades financieras de créditos rápidos. José Alberto consiguió con la Ley de Segunda Oportunidad resolver también el bache económico, no sin antes demostrar al juez su condición de deudor de buena fe, con el correspondiente informe médico acreditativo de la anomalía psicológica de la que padecía.
No faltará quienes estén en contra de la exoneración de la deuda cuando ésta tiene un origen como el que he expuesto. Solamente les deseo que no tengan que venir al despacho por ello.